Pasos engañados son esos.
Que no reflejan los sueños,
que viven enredados al miedo.
Nunca avanzar si hay barreras,
dormitan recostados
en la trinchera de lo inhabitable;
con su nunca solidario paso,
con el individualismo más egoista por bandera.
Cubiertos de lodo,
sus ojos siguen cerrados;
y su respiración ahoga la vida.
Puede que su corazón aún lata,
pero su eco, no traspasa la caja torácica.
Portador de un veneno,
que muchos absorvemos tras desencantos,
sumidos en la más incomprendida
situación de los despreciables.
Aquellos que dejaron de volar
sumidos en la fatiga
o los que nunca volaron
por no perder las alas.
También estamos,
con los pies anclados al suelo;
¡así no tiembla el sistema!
Seguimos a el bien sujetos.
Y el eco de viejos zombis,
allá donde más resuena,
apesta a nuevos infectados